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Gabriela Bravo, desde Madrid

Crónica de una epidemia, desde Madrid.

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Mi nombre es Gabriela Bravo, nací y crecí en Irapuato,Guanajuato; Soy licenciada en Comunicación y tengo 26 años. Actualmente me dedico a escribir como método para salir de la realidad y al mismo tiempo sobrevivir en ella.

Hace cuatro meses vivo en Madrid, me he habituado a este país con una facilidad impropia en mí, y poco a poco descubro con fascinación qué tan diferentes somos cultural y geográficamente y qué tan similares e indefensos somos ante lo que nos supera como humanos.

Hoy hace seis días que cumplo el confinamiento impuesto por el gobierno español, que prohíbe salir a la calle a menos que sea estrictamente necesario. Ayer cerraron las fronteras, nadie sale, nadie entra.

Querer saltarse las normas impuestas de este llamado “Estado de Alarma” tampoco es fácil, ayer por ejemplo, intenté dar un paseo de tres minutos para tomar aire “puro”, inmediatamente las luces rojas y azules de las patrullas que rondan las calles me hicieron volver lentamente a casa.

Vemos con preocupación las noticias, se hacen duros los días, con sorpresa recibimos las noticias de los diarios mexicanos y la mala gestión del gobierno que sin saberlo, o ignorándolo, desgasta el valioso tiempo que nos llevan de ventaja a los que vivimos en Europa.

Tiempo que bien traducirse en menos desgaste del sistema de salud, menos contagios, menos muertes, menos pérdidas económicas.

Mientras allí le llaman “Vacaciones”, aquí no dejan de recordarnos que no lo son y que cuando pase esta cuarentena general, todos tendremos que trabajar más de lo normal desde nuestras posibilidades para levantar al país.

¿Cómo sobrellevamos esta cuarentena?

El primer día fue fácil, nos parecía una simple exageración, la gente provocaba desabasto en los supermercados. Los Jóvenes llenaban los bares y las terrazas.

El segundo ya parecía tomar tinte serio, dejamos de usar el metro por miedo a contagiarnos, las caras de confusión reinaban por las calles, la cancelación de eventos comenzaba a poblar las redes sociales, los empresarios dedicados al entretenimiento en directo no paraban de hacer llamadas, de revisar contratos. Los estudiantes volvían a casa. Surgía la duda.

Una escena de una película de ficción, así lo veían mis ojos, de un día a otro la ciudad se convirtió en un desierto. Silencio total que se rompe cada día a las 20:00 hrs para aplaudir desde nuestras casas como homenaje a los responsables de la sanidad, que lamentablemente se han visto rebasados.

Las fronteras se han cerrado, como si fuese una guerra, los limites se vuelven a marcar en rojo en los mapas, y en la historia un capítulo nuevo se escribe cada que transcurre una nueva hora.

Nos recuerdan por todos los medios posibles: “Lávate las manos” ¡Lávate las manos!, en mi cabeza pienso a forma de broma “Haz patria, lávate las manos”, y al instante reflexiono sobre lo fácil que es acatar las normas básicas para sobrevivir: Quedarse en casa, evitar tocarse los ojos, lavar todo lo que comas, reglas básicas.

Suena tentador ese viaje a la playa, ese concierto que aún no cancelan, tomar el sol entre cientos de personas, pero aún más apetecible suena la idea de guardar quince días en casa si eso va a librar a mis abuelos, los tuyos, mis padres, tus amigos, de una enfermedad de la cual no se tiene ninguna certeza y que aún después de ser controlada puede volver a atacar.

¿Qué piensas hacer tú cuando llegue la hora?

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