Leyendas
«El Catrín» de León
En Bonito León, existe un lugar en uno de los barrios más antiguos, que adorna una iglesia muy conocida en la Ciudad. El mágico lugar, hoy conocido como el jardín de los novios o de San Juan de Dios, está lleno de paz y armonía, nadie se imaginaría que antes, la gente prefería caminar dándole la vuelta en vez de cruzar el jardín debido al miedo de encontrarse con “el catrín”.
Cuentan por ahí que, “El Catrín”, era un joven de la capital que cambio su residencia a León, buscando mejor fortuna. Ya establecido en la ciudad conoció en la iglesia de San Juan de Dios, a una joven de la que se enamoró inmediatamente.
Los dos jóvenes se hicieron novios, bendecidos por la familia de ella que, al juzgarlo por sus ropas y apariencia confiaron en él a su hija.
Los novios se paseaban por el jardín, pero, el Catrín, a causa de sus negocios, salía siempre de la ciudad. A causa de esta distancia el hombre se hizo celoso, posesivo, inseguro, maltratando a la joven que ya quería abandonarlo, pero los padres de ella insistían para que se quedara con “El Catrín”, por considerarlo un pretendiente conveniente para su futuro.
Pasando el tiempo y por la actitud cada vez más violenta de “El Catrín”; cambiaron su parecer con respecto al joven que se convirtió en un obsesionado enfermizo.
“El Catrín” parecía ser el novio perfecto, atento y dedicado a ella, pero bastaba con que ella volteara sus ojos en dirección de otro hombre, para que las cosas se tornaran violentas, tanto para la joven como para el desafortunado que se atravesara en el campo visual de la pobre dama.
Con el tiempo la actitud del catrín mejoró, pero la joven ya no lo amaba, al contrario, sentía que lo odiaba. “El Catrín” fue con el padre de la joven a pedir su mano en matrimonio, pero, al enterarse de la propuesta, la joven se negó rotundamente, el papá apoyó a su hija: “El Catrín” soltó el llanto de inmediato al verse rechazado y pidió hablar con ella a solas antes de retirarse para siempre. La joven acepto a regañadientes y se sentaron a platicar en una banca del jardín de su casa.
Como era de esperarse, se escuchaba a los jóvenes discutir, pero de pronto se escuchó un silencio misterioso. La madre de la joven inquieta, se asomó para ver si todo estaba bien y alcanzó a ver a la chica recargada en el pecho de “El Catrín”, pensando en que había cedido ante la proposición de matrimonio.
Apresurada con su marido para comentarle lo que acababa de ver, el papá desconcertado se encamino hacia el jardín donde pudo ver a su hija sola recostada en la banca, pero, el catrín no estaba por ningún lado.
El papá se apresuró hacia donde su hija, donde poco antes de llegar vio un charco de sangre que se revolvía con la tierra del suelo. La joven estaba tendida en la banca, sin vida, “El Catrín”, enfermo de obsesión y de celos la había matado.
Leyendas
Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.
bonitoleon.com: La Voz de León
Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, «Don Prudencio» el capallán de la iglesia «el calvario» en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.
Leyendas
«Fray Merengue» un famoso personaje leonés
Allá a finales del siglo XIX, en las polvorientas calles de aquel tiempo en Bonito León, se alcanzaba siempre a distinguir quien las transitaba y hacia dónde iba.
Entre esas calles se encontraba caminando casi siempre a «Fray Merengue», uno de los «locos» más característicos de aquella época.
Su nombre verdadero era José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a que era un hombre que se vestía flojo, descuidado y sucio, lo cual hacía que su olor llegara a varios metros de distancia.
Los leoneses decían que en su juventud había ingresado al Seminario, escuela en la que había demostrado poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón sorpresivamente de un día para otro.
Fray Merengue caminaba solo por las calles leonesas, levantando siempre comentarios hacia su persona de todo tipo. Él no los escuchaba y cada que veía cerca a una muchacha, le aventaba piropos.
Vestía trajes harapientos y, de la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto aún más extraño. Usaba camisas con puños almidonados que combinaba con corbatas de colores fosforilocos. Para completar su outfit extraño, usaba un sombrero de copa alta con los bordes carcomidos que, los maliciosos le tiraban de un golpe para después de haber hecho la maldad salían corriendo.
Fray Merengue pasaba sus tardes sentado en las bancas del Jardín o de la Calzada, en donde dejaba su sombrero y fingía leer un grueso libro que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.
Fray Merengue era un fumador pero, al no tener ni un solo peso partido por la mitad, él mismo se fabricaba unos cigarrillos utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y las cantinas.
Dicen que todavía en 1915 se le podía ver recorriendo las calles de la ciudad y cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León, un día desapareció para siempre. ¿Conoces a alguien que recuerde a Fray Merengue?
Leyendas
Cascos Duros, personaje leonés
Existen varias versiones que cuentan sobre este personaje. Debido a la tradición de boca en boca, con la que ha permanecido, se perdió el origen del apodo «Cascos duros», con el cual fue famoso y reconocido entre los vecinos de la ciudad del siglo pasado.
El Cascos Duros era un personaje alegre, bromista y chism… comunicativo. Su asistencia a bailes, juegos, paseos, etc, era infalible siendo siempre el alma de la fiesta. Las muchachas lo admiraban y le echaban ojo a la hora de los bailes, donde él era todo un master.
Este personaje organizaba paseos, llevaba serenatas y flores a sus múltiples enamoradas de las cuales, todas se consideraban las únicas y deseaban ser la esposa de ese hombre que además de divertido, tenía muy buena posición económica.
Pero Cascos Duros no se dejaba conquistar y prefería seguir de rompecorazones con cada muchacha que le gustaba. Con el paso del tiempo, esta fama de picaflor que un tiempo le dio popularidad, a los pocos años le cambió el estatus para mostrarlo como un hombre frívolo, y hasta peligroso para contraer matrimonio con una dama.
Esta fama negativa, afectó a que los amigos que anteriormente eran docenas, poco a poco le dejaran de hablar y comenzaran a alejarse. Las invitaciones a las fiestas fueron menos frecuentes y los saludos que anteriormente recibía por la calle y lo hacían detener su camino, fueron desapareciendo.
Cascos duros no sabía el origen de estos desaires de las personas a las cuales siempre había apoyado y prestado dinero. El personaje un día, decidió salir a cobrar lo que le debían pero, al ser él tan confiado, nunca pidió pagarés de tales adeudos y por supuesto, los ciudadanos negaron las deudas que tenían con él.
Esta actitud de sus conocidos fueron agriando poco a poco el carácter de Cascos Duros volviéndolo rencoroso, tacaño, egoísta y solitario.
Desapareció de la vida social y se refugió en su casa, donde se dispuso a no gastar ni un solo peso para sobrevivir y ahorraba hasta en sus propias comidas y necesidades básicas.
Con el tiempo se empezó a correr el rumor de que había perdido el juicio a causa del hambre que se hacía pasar y de viejos padecimientos que jamás se trató. Un día Cascos Duros desapareció definitivamente y de él solo quedó esta leyenda.
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«La Galereña», el traje típico de Guanajuato
Lorena Varela
2 de mayo de 2020 at 6:56 pm
Lo que no entiendo es porque el que ese hombre haya cometido un asesinato influye para que se hubiera convertido en un espectro que pudiera asustar a alguien en el jardín… especialmente porque no se sabe que haya muerto el también…o si??? Qué raro!!!…