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Leyendas

La leyenda de la Condesa del Pedreguero

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Cuenta la historia que un día un hombre volvía a su casa a las afueras de Acámbaro pero, antes de llegar, decidió recostarse un poco para descansar y refrescarse un poco.

El hombre empezaba a quedarse dormido cuando de pronto, una hermosa y elegante mujer se presentó ante él. La dama vestía ropa de alta alcurnia dejando ver que no era cualquier persona, pero levantando sospechas sobre qué haría esa dama por aquellos lares.

Era la Condesa del Pedreguero, una mujer que en su tiempo, siempre daba de qué hablar al ser tan extravagante, fuera de los comportamientos de La Corona y sobre todo, por ser hija bastarda de un noble francés de los tiempos de Luis XIV de Francia.

La condesa era adicta a los coqueteos sin buscar nunca un marido y dicen que al terminar una de sus fiestas, la dama fue desterrada por su comportamiento y enviada a la Nueva España.

Ya en su nuevo hogar, el paso del tiempo y la soledad se dejaban ver en el físico de la condesa, quien poco a poco derrochaba amargura y buscaba la felicidad por todos lados sin éxito alguno.

Entonces tuvo la idea de buscar un marido y en su suerte, encontró en una de sus muchas haciendas a un joven alto, arrogante, guapo, hijo de padre español y madre mexicana, en este descubrimiento, la Condesa decidió a jugar con él su última aventura amorosa.

Una noche, en la terraza donde se encontraba el caballero y la condesa, ella le hizo saber sus sentimientos, diciéndole que lo había elegido a él como compañero de vida. El hombre, apenado y sin saber qué contestar, pues solo se había despertado en él respeto hacia la condesa, pensaba solo en una cosa: una bella dama que vivía cerca de la hacienda con la que ya había comenzado a hablar de amor.

El joven no podía ni articular palabra. Trató de dar a la Condesa alguna explicación de todo aquello y solo pudo inventar que había tenido en aquel día muy malas noticias de su familia que estaba en Acámbaro y le comentó que deseaba ir a verla, para mayor tranquilidad.

La condesa lo comprendió y creyó la historia, pero le pidió al joven que al ver a su familia, les hablara del matrimonio que pronto se celebraría entre ellos. El joven asustado al escuchar las palabras de amor de la condesa, ideaba en su cabeza un plan para librarse de ese destino que para nada le apetecía.

El plan del joven era casarse con su verdadera amada esa misma noche y así fue. Al enterarse al día siguiente, sufrió como nunca en su vida y juró vengarse torturando a su rival para atraer al joven que la había despreciado.

En su malévolo plan, recorría sus haciendas matando y torturando a quien se le antojaba sin dar con su ex amado y su mujer.

Un día, una enfermedad atacó a la condesa quien sabiéndose con poco tiempo de vida, recurrió a los padres de la Compañía de Jesús, quienes le advirtieron que para redimirse de sus pecados, tenía que construir 3 templos, una escuela, un hospital, un hospicio, entre otros. Además de indemnizar a las familias de las personas que asesinó para poder alcanzar el perdón de sus pecados.

Desafortunadamente, la condesa murió antes de que se cumplieran todas sus promesas, convirtiéndola en un alma en pena que vaga por las afueras de Acámbaro, presentándoseles a jóvenes sin descanso hasta que se cumpla su penitencia.

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Leyendas

Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.

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bonitoleon.com: La Voz de León

Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, «Don Prudencio» el capallán de la iglesia «el calvario» en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.

Cuando el sol se escondía «Don Prudencio» salía a deambular montando en su fiel caballo llamado «coyote» nombre que también le asignas a los descarrilados que a altas horas de la noche se encontraban por las calles y cantinas.
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«Creíste engañarme coyote» les decía «Don Prudencio» quien ya los esperaba con una sonrisa en la esquina a los trasnochados y regañados que pensaban engañarlos para poder regresar a la cantina. Siempre contando con la colaboración de su caballo quien los empujaba bruscamente con su hocico.
Por las noches el caballo salía de los corrales para recorrer las calles del barrio, parándose frente a las cantinas, haciendo sonar sus ásperos cascos y su fuerte relinchidos como lo había hecho por muchos años, los bebedores y trasnochados al escucharlo, respetuosamente abandonaban las cavernas y se iban a sus cada tranquilos con su conciencia, pues «Don Prudencio» aquel hombre que por tantos años había procurado su bien y el de sus familias, él había fallecido varios años atrás, el 4 de abril de 1885.

 

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Leyendas

«Fray Merengue» un famoso personaje leonés

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Allá a finales del siglo XIX, en las polvorientas calles de aquel tiempo en Bonito León, se alcanzaba siempre a distinguir quien las transitaba y hacia dónde iba.

Entre esas calles se encontraba caminando casi siempre a «Fray Merengue», uno de los «locos» más característicos de aquella época.

Su nombre verdadero era José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a que era un hombre que se vestía flojo, descuidado y sucio, lo cual hacía que su olor llegara a varios metros de distancia.

Los leoneses decían que en su juventud había ingresado al Seminario, escuela en la que había demostrado poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón sorpresivamente de un día para otro.

Fray Merengue caminaba solo por las calles leonesas, levantando siempre comentarios hacia su persona de todo tipo. Él no los escuchaba y cada que veía cerca a una muchacha, le aventaba piropos.

Vestía trajes harapientos y, de la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto aún más extraño. Usaba camisas con puños almidonados que combinaba con corbatas de colores fosforilocos. Para completar su outfit extraño, usaba un sombrero de copa alta con los bordes carcomidos que, los maliciosos le tiraban de un golpe para después de haber hecho  la maldad salían corriendo.

Fray Merengue pasaba sus tardes sentado en las bancas del Jardín o de la Calzada, en donde dejaba su sombrero y fingía leer un grueso libro que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.

Fray Merengue era un fumador pero, al no tener ni un solo peso partido por la mitad, él mismo se fabricaba unos cigarrillos utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y las cantinas.

Dicen que todavía en 1915 se le podía ver recorriendo las calles de la ciudad y cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León, un día desapareció para siempre. ¿Conoces a alguien que recuerde a Fray Merengue?

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Cascos Duros, personaje leonés

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Existen varias versiones que cuentan sobre este personaje. Debido a la tradición de boca en boca, con la que ha permanecido, se perdió el origen del apodo «Cascos duros», con el cual fue famoso y reconocido entre los vecinos de la ciudad del siglo pasado.

El Cascos Duros era un personaje alegre, bromista y chism… comunicativo. Su asistencia a bailes, juegos, paseos, etc, era infalible siendo siempre el alma de la fiesta. Las muchachas lo admiraban y le echaban ojo a la hora de los bailes, donde él era todo un master.

Este personaje organizaba paseos, llevaba serenatas y flores a sus múltiples enamoradas de las cuales, todas se consideraban las únicas y deseaban ser la esposa de ese hombre que además de divertido, tenía muy buena posición económica.

Pero Cascos Duros no se dejaba conquistar y prefería seguir de rompecorazones con cada muchacha que le gustaba. Con el paso del tiempo, esta fama de picaflor que un tiempo le dio popularidad, a los pocos años le cambió el estatus para mostrarlo como un hombre frívolo, y hasta peligroso para contraer matrimonio con una dama.

Esta fama negativa, afectó a que los amigos que anteriormente eran docenas, poco a poco le dejaran de hablar y comenzaran a alejarse. Las invitaciones a las fiestas fueron menos frecuentes y los saludos que anteriormente recibía por la calle y lo hacían detener su camino, fueron desapareciendo.

Cascos duros no sabía el origen de estos desaires de las personas a las cuales siempre había apoyado y prestado dinero. El personaje un día, decidió salir a cobrar lo que le debían pero, al ser él tan confiado, nunca pidió pagarés de tales adeudos y por supuesto, los ciudadanos negaron las deudas que tenían con él.

Esta actitud de sus conocidos fueron agriando poco a poco el carácter de Cascos Duros volviéndolo rencoroso, tacaño, egoísta y solitario.

Desapareció de la vida social y se refugió en su casa, donde se dispuso a no gastar ni un solo peso para sobrevivir y ahorraba hasta en sus propias comidas y necesidades básicas.

Con el tiempo se empezó a correr el rumor de que había perdido el juicio a causa del hambre que se hacía pasar y de viejos padecimientos que jamás se trató. Un día Cascos Duros desapareció definitivamente y de él solo quedó esta leyenda.

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