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Leyendas

Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.

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bonitoleon.com: La Voz de León

Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, «Don Prudencio» el capallán de la iglesia «el calvario» en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.

Cuando el sol se escondía «Don Prudencio» salía a deambular montando en su fiel caballo llamado «coyote» nombre que también le asignas a los descarrilados que a altas horas de la noche se encontraban por las calles y cantinas.
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«Creíste engañarme coyote» les decía «Don Prudencio» quien ya los esperaba con una sonrisa en la esquina a los trasnochados y regañados que pensaban engañarlos para poder regresar a la cantina. Siempre contando con la colaboración de su caballo quien los empujaba bruscamente con su hocico.
Por las noches el caballo salía de los corrales para recorrer las calles del barrio, parándose frente a las cantinas, haciendo sonar sus ásperos cascos y su fuerte relinchidos como lo había hecho por muchos años, los bebedores y trasnochados al escucharlo, respetuosamente abandonaban las cavernas y se iban a sus cada tranquilos con su conciencia, pues «Don Prudencio» aquel hombre que por tantos años había procurado su bien y el de sus familias, él había fallecido varios años atrás, el 4 de abril de 1885.

 

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«Fray Merengue» un famoso personaje leonés

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Allá a finales del siglo XIX, en las polvorientas calles de aquel tiempo en Bonito León, se alcanzaba siempre a distinguir quien las transitaba y hacia dónde iba.

Entre esas calles se encontraba caminando casi siempre a «Fray Merengue», uno de los «locos» más característicos de aquella época.

Su nombre verdadero era José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a que era un hombre que se vestía flojo, descuidado y sucio, lo cual hacía que su olor llegara a varios metros de distancia.

Los leoneses decían que en su juventud había ingresado al Seminario, escuela en la que había demostrado poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón sorpresivamente de un día para otro.

Fray Merengue caminaba solo por las calles leonesas, levantando siempre comentarios hacia su persona de todo tipo. Él no los escuchaba y cada que veía cerca a una muchacha, le aventaba piropos.

Vestía trajes harapientos y, de la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto aún más extraño. Usaba camisas con puños almidonados que combinaba con corbatas de colores fosforilocos. Para completar su outfit extraño, usaba un sombrero de copa alta con los bordes carcomidos que, los maliciosos le tiraban de un golpe para después de haber hecho  la maldad salían corriendo.

Fray Merengue pasaba sus tardes sentado en las bancas del Jardín o de la Calzada, en donde dejaba su sombrero y fingía leer un grueso libro que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.

Fray Merengue era un fumador pero, al no tener ni un solo peso partido por la mitad, él mismo se fabricaba unos cigarrillos utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y las cantinas.

Dicen que todavía en 1915 se le podía ver recorriendo las calles de la ciudad y cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León, un día desapareció para siempre. ¿Conoces a alguien que recuerde a Fray Merengue?

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Cascos Duros, personaje leonés

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Existen varias versiones que cuentan sobre este personaje. Debido a la tradición de boca en boca, con la que ha permanecido, se perdió el origen del apodo «Cascos duros», con el cual fue famoso y reconocido entre los vecinos de la ciudad del siglo pasado.

El Cascos Duros era un personaje alegre, bromista y chism… comunicativo. Su asistencia a bailes, juegos, paseos, etc, era infalible siendo siempre el alma de la fiesta. Las muchachas lo admiraban y le echaban ojo a la hora de los bailes, donde él era todo un master.

Este personaje organizaba paseos, llevaba serenatas y flores a sus múltiples enamoradas de las cuales, todas se consideraban las únicas y deseaban ser la esposa de ese hombre que además de divertido, tenía muy buena posición económica.

Pero Cascos Duros no se dejaba conquistar y prefería seguir de rompecorazones con cada muchacha que le gustaba. Con el paso del tiempo, esta fama de picaflor que un tiempo le dio popularidad, a los pocos años le cambió el estatus para mostrarlo como un hombre frívolo, y hasta peligroso para contraer matrimonio con una dama.

Esta fama negativa, afectó a que los amigos que anteriormente eran docenas, poco a poco le dejaran de hablar y comenzaran a alejarse. Las invitaciones a las fiestas fueron menos frecuentes y los saludos que anteriormente recibía por la calle y lo hacían detener su camino, fueron desapareciendo.

Cascos duros no sabía el origen de estos desaires de las personas a las cuales siempre había apoyado y prestado dinero. El personaje un día, decidió salir a cobrar lo que le debían pero, al ser él tan confiado, nunca pidió pagarés de tales adeudos y por supuesto, los ciudadanos negaron las deudas que tenían con él.

Esta actitud de sus conocidos fueron agriando poco a poco el carácter de Cascos Duros volviéndolo rencoroso, tacaño, egoísta y solitario.

Desapareció de la vida social y se refugió en su casa, donde se dispuso a no gastar ni un solo peso para sobrevivir y ahorraba hasta en sus propias comidas y necesidades básicas.

Con el tiempo se empezó a correr el rumor de que había perdido el juicio a causa del hambre que se hacía pasar y de viejos padecimientos que jamás se trató. Un día Cascos Duros desapareció definitivamente y de él solo quedó esta leyenda.

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La funeraria del diablo.

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De las leyendas más conocidas en la ciudad, sin duda es la del brujo de la funeraria; historia que aún guarda gran misterio, pues la construcción donde sucedió este tenebroso hecho, permanece cerrado hasta nuestros días.

Fue en la época de los ochenta en una construcción ubicada en la esquina de la 20 de enero y Cuauhtémoc en la colonia Obregón en León fue testigo de un acontecimiento sobrenatural.

Cuenta la leyenda que hace más de veinte años existió un médico originario de San Francisco del Rincón, que practicaba la magia negra y blanca por el rumbo de El Calvario. Al sentir la muerte cerca pidió a su hermana y sobrino no ser velado ni enterrado, pidió que solo fuera dejado en una cama y al cumplir tercer día de muerto pasaría algo fantástico.

Los familiares hicieron caso omiso de la advertencia y lo velaron en la funeraria “Cristo Rey” ubicada en dicha esquina de la colonia Obregón. Cuando el reloj marcó medianoche, un viento terrible se metió hasta el lugar de la velación, todos salieron corriendo pues las velas y cirios habían prendido todo el lugar sin permitir que ningún alma se acercara.

Cuando los familiares regresaron, encontraron las paredes del salón con rasguños de gran profundidad, pero la sorpresa más grande se la llevaron al encontrar el ataúd del brujo vacío. Nadie supo qué pasó con el muerto o sus familiares; no obstante, el negocio fue clausurado y se cerraron todos los accesos a éste con ladrillos de adobe para que nadie volviera a entrar al lugar.

Después de esos hechos en todo el barrio se temía pasar por esa esquina. La sensación de que alguien te observa es muy fuerte. Hay quienes dicen que todavía se ven por ahí cosas extrañas.

Una historia que al leerla o contarla se siente el escalofrío que al pasar por estas calles murmura la gente que existen cosas que no son de este mundo.

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