Historias
La esquina de ‘La Llamarada’, de una triste historia de amor a cervecería
Como buen leonés alguna vez has escuchado hablar de la esquina de “La Llamarada”, ese lugar donde todos los Domingos de Resurrección, cuando termina la Semana Santa, “El Vale” y todo su barrio, queman en piñatas y con cohetes a los “judas” del año.
Es una esquina llena de historia y tradición y hasta la fecha nos sigue dando mucha identidad, pero su historia comenzó hace muchos años atrás con don Pedro Morales, un hombre rico que se dedicaba a los cueros y enamoradizo.
Y aunque su tenería le dejaba muy buenas utilidades, no tenía con quien gastárselas, pues nunca se casó, por lo que de forma frecuenta daba muy buenas limosnas al templo de las Tres Aves Marías, según nos cuenta don Vicente González del Castillo, en sus leyendas.
Ya grande de edad, don Pedro se enamoró y compró un terrenito situado en la calle de la Jarrilla, en la esquina de las de Gigantes, Triángulo y Mesa; ahora de Hermanos Aldama y Amado Nervo.
Allí emprendió la construcción de una casita en la que viviría con su esposa, pues el casorio, sin ostentaciones, tendría que efectuarse los más pronto posible.
Pero la suerte tampoco le sonrió en esta ocasión, pues su futura esposa cayó en cama víctima de una rara enfermedad y por más que su amada le prometió que nunca lo dejaría, en menos de una semana ya estaba enterrada en el panteón de San Nicolás.
De acuerdo al señor Armando Ruiz Vera, pasaron diez años y don Pedro se fue marchitando… ya cerca de los sesenta años, quiso la suerte que conociera a una señorita que nunca se había casado; de esas que, aunque joven, se había quedado a vestir santos y no tardaron en planear la boda.
Foto: El Heraldo de León
Ahora sí, abrigaría su hogar y de improviso llamó fuertemente su atención un vivo resplandor que salía de allí, de las mismas paredes en construcción.
Pensó que el lugar se estaba incendiando, pero al entrar no encontró nada. Al día siguiente ya por la noche regresó y se encontró con el mismo espectáculo: una luz intensa de llamarada. Así varias semanas.
Sin embargo, un día de tantos que visitó a su futura esposa la vio besándose con otro, Don Pedro no quiso preguntar ni saber más. Fue tal su impresión, que decidió refugiarse en sus prácticas religiosas. Renunció a la unión que iba a realizarse; se encerró en un silencio que nadie se atrevió a romper; terminó su casa, y en ella vivió solo.
El resplandor no se volvió a ver, sin embargo, el lugar comenzó a ser conocido como la esquina de «La Llamarada», donde hoy en día funciona una cervecería que lleva el mismo nombre.
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