Historias
Historia de la Hacienda Santa Ana del Conde. Parte 3.
Foto: Cultura. gob |
En 1915, después de la batalla de Celaya, Villa comenzó a concentrar sus fuerzas en León, pues en sus llanos pensaba vencer contundentemente al general Álvaro Obregón. En esta población Villa tenía ya reunidos a aproximadamente 32 mil hombres y esperaba recibir otros cinco o seis mil más.
El jefe de la División del Norte fundamentaba su posible triunfo en la línea de combate que había extendido desde San Juan de los Lagos, con el general Rodolfo Fierro, hasta San Miguel de Allende, con las fuerzas del general Tomás Urbina, apoyadas por el general Pánfilo Nátera. Villa había convertido a León en un gran almacén de recursos militares.
Constantemente recibía material bélico que se le enviaba desde el Paso, Texas; también se armó con dos aeroplanos que utilizó en sus exploraciones. Mientras tanto Álvaro Obregón decidió seguir a los villistas en su retirada. Villa se replegaba hacia León, por estrategia, para llevar a Obregón a los campos labrantíos de la Perla del Bajío, donde creía ser más poderoso con su caballería.
El general Álvaro Obregón contaba con las divisiones de los generales Benjamín G. Hill, Manuel M. Diéguez, Cesáreo Castro y Francisco Murguía. Obregón tenía en Silao unos 25 mil hombres.
Los obregonistas establecieron su centro de operaciones, el 7 de mayo de 1915, en la estación de la Trinidad, la más cercana a Santa Ana del Conde. Obregón seleccionó a su infantería para formar una línea desde Santa Ana del Conde hasta Otates, y el 8 de mayo ordenó que la caballería atacara los cerros de la Capilla y de la Cruz, con lo que dominó una extensa área que llegaba hasta las entradas de la ciudad de León.
Después de cuatro días del cañoneo de los villistas iniciado luego de la toma de la Capilla y de la Cruz, el 12 de mayo la caballería de Villa, con 8 mil jinetes, atacó hacia el centro de la defensa obregonista. Los hombres del general Diéguez y los batallones de Sonora bien aguantaron los embates dorados, tras los cercados y en las loberas.
El 21 de mayo, Villa recibió 8 mil hombres de refuerzo, con los cuales emprendió una violenta ofensiva al amanecer el día 22. El general Ángeles continuaba el ataque, simultáneamente, en las haciendas de Otates y de Santa Ana del Conde.
En este último lugar, Obregón estuvo a punto de ser derrotado con la pérdida de la caballería de Murguía, además de que le faltaban municiones, agua y alimentos para sus caballos, pero logró protegerse con la línea de fuego del coronel Enríquez. Villa pensaba apoderarse de Santa Ana a toda costa, por lo que se instaló en Duarte desde la mañana del 2 de junio y ordenó al general Ángeles que cañoneara Santa Ana del Conde.
Obregón, por su parte, hizo trabajar sin descanso a su gente desde la noche del día primero, construyendo y reforzando loberas y emplazando mejor sus más de cien ametralladoras. Al darse cuenta de los preparativos de Obregón, Villa ordenó que su ataque se hiciera sólo con tres batallones de infantería, y dispuso que el general Ángeles emplazara toda la artillería para, en la madrugada del 3 de junio, accionar todos los fuegos sobre Santa Ana.
Sin embargo, debido a la oscuridad, el general Ángeles comenzó a disparar los cañones hasta muy entrada la mañana. Obregón, al ver que el ataque se iba a dirigir sobre el casco de la hacienda se dirigió a sus trincheras, pero cuando estaba cerca del grupo donde combatía estalló una granada que le voló el brazo derecho.
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Herido y creyendo inminente su muerte quiso suicidarse, pero fue impedido por su gente, quienes lo trasladaron al cuartel general en la Estación Trinidad. Inexplicablemente Villa ordenó el alto al cañoneo y que retrocedieran los batallones que casi se apoderaban de las trincheras obregonistas. Villa siguió en Duarte hasta la madrugada del 5 de junio y, disgustado, ordenaba la movilización rápida de los trenes de abastecimientos que esperaba del norte, mientras concentraba sus fuerzas en León, a donde regresó acompañado por Felipe Ángeles.
En las filas carrancistas, el general Hill asumía el mando. Presionado por su gente, decidió tomar la ofensiva y terminar con el enemigo que se replegaba hacia León. Hill había ordenado al general Diéguez que, con su infantería, se dirigiera por el centro hacia León, en tanto que los generales Castro y Murguía, con siete mil jinetes, irían por los flancos para derrotar a los villistas que retrocedían.
Con sed de triunfo, Murguía se extralimitó en el cumplimiento de las órdenes pues, además de romper el frente villista al norte de Duarte, avanzó hasta las entradas de León, haciendo huir a los villistas. Villa, al sentirse derrotado y humillado, se fue a Aguascalientes, abandonando gran cantidad de armas y municiones en León. Prácticamente estas últimas batallas, conocidas como de La Trinidad, configuraron el triunfo del constitucionalismo y la derrota del villismo.
Cuando parecía asegurado el triunfo de los constitucionalistas, el 2 de julio de 1915 Rodolfo Fierro, Canuto Reyes y otros jefes villistas ocuparon la ciudad evacuada de León, porque el general constitucionalista Novoa fue engañado por Fierro, quien envió un telegrama desde la estación de Pedrito, suplantando al general Obregón, ordenándole evacuar la plaza.
Hoy en Santa Ana sólo queda la tradición oral, la huella de los cañonazos en el chacuaco del molino, una estatua con un tiro en la nuca, y el basamento donde alguna vez hubo una placa que señalaba el lugar donde la astilla de una aguja de madera volada por un cañonazo cercenó el brazo derecho del general sonorense Obregón.
Con información de Ruelsa
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