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Historias

El más allá según los mexicas

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Para los mexicanos la relación con la muerte siempre ha sido muy cercana, desde nuestros antepasados se le ha rendido tributo a la “Dama de la Muerte”, como es el caso de los mexicanas, quienes tenían un cosmovisión del más allá mucho más compleja que la que nos impuso la religión católica. Por eso te compartimos algunos de los datos sobre la muerte según los mexicas.

Para los mexicas había tres caminos a seguir después de la muerte:

1. Omeyocan
A este lugar llegaban guerreros muertos en combate, los presos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres tenían la misma categoría que los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de dar vida, y se les enterraba en el patio del palacio, para que estuvieran con el sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente.

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Dentro del sincretismo mesoamericano llegar al Omeyocan era considerado un honor y un privilegio, era considerada “la mejor de las muertes”. Los muertos del Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, transformados en aves de plumas coloridas e irradiaban belleza.

2. Tlalocan
El paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A ese lugar iban los que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por caerles un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna, y los niños sacrificados al dios.

3. El Mictlán
Ahí residían  quienes morían de muerte natural, y los dioses que lo habitaban eran Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio  con ausencia de luz y del cuál era imposible salir.

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El camino para llegar al Mictlán era difícil y lleno de obstáculos peligrosos, para llegar a él debían transcurrir cuatro años.

Los espíritus llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Al llegar al Mictlán se les otorgaban cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.

 

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