Historias
Las fiestas de San Pedro y San Pablo
Cada 29 de junio, el Barrio del Coecillo tenía la tradición de ir a San Pedro de los Hernández. Era como un descanso general de todo el barrio. Se encontraban por las calles y lo primero que se preguntaban, “¿Vas a ir al paseo?” Nada era improvisado, todos se arreglaban como nunca, los más pudientes estrenaban camisa. Las mujeres se alistaban desde temprano y se repartían los novios en compañía de sus amigas, poniendo a San Antonio de cabeza para que les hiciera la buena.
Era un peregrinar de gente hasta aquel pueblo, los niños corrían por las veredas y aunque a paso lento, el camino se hacía corto cuando los chismes aligeraban el andar y pasaban el tiempo rápido. Desde lo lejos se divisaba la torre del templo y todo era un estallar de alegría; la música de banda, los cuetes y el olor a la comida hacían que el caminar se acelerara.
Las misas se llenan por toda la gente que visita el pueblo, las gorditas se fríen, el mole llena el lugar; todos satisfechos cuentan sus historias, sus deseos y sus planes. Muchas familias se reencuentran para pasar un día de completo júbilo.
Con la tarde de ese día llegaban las despedidas, todos regresaban con la barriga llena y el corazón contento al Coecillo. Para algunas el San Antonio había hecho el milagrito, tomados de la mano regresaban a sus casas. Los niños cansados recorrían muy calmados el camino de regreso.
Así terminaba ese día tan esperado y planeado por la gente del Coecillo. Al siguiente día todo volvía a la normalidad, el Barrio se llenaba de toda su gente, que casada del día anterior volvía a sus trabajos; pero como dice el dicho, “lo peaseado quién se los quita”.
Este texto recoge anotaciones y recuerdos de Luis Alegre Vega, periodista de la Ciudad y oriundo del Coecillo.
Historias
‘La Hoya’, de una hacienda a una mini ciudad
La Joya hoy es uno de los polígonos más importantes para León, donde hasta hace unos años habitaban ya más de 70 mil personas en sus diferentes colonias, pero no ha llegado hasta ahí porque sí, pues su existencia data de los años de 1600.
La hacienda de la Hoya se construyó a lo largo del siglo XVII al parecer por el capitán Juan López, quien tenía sitios de ganado y tierras aradas para sembrar maíz, además de corrales, potreros y una capilla para realizar misas.
De acuerdo a información del Archivo Histórico, en 1731, luego de la muerte de los dueños en turno, la hacienda pasó a manos del bachiller Nicolás Aguilar y un año más tarde, entre sus legados que dejó a los jesuitas, heredó la hacienda para que se ayudaran en sus labores altruistas.
En 1841 la hacienda pertenecía a Ignacio Núñez y ya para 1920 la Hoya era propiedad de Josefina Peña, 17 años más tarde se dotó a la población gran superficie de las tierras donde había una presa y algunos espacios ya urbanizados.
El 15 de junio de 1943 los vecinos solicitaron la ampliación de ejidos y en 1947 en un censo que se realizó ya se registraban 180 habitantes con 45 jefes de familia y solo el 34% de las parcelas estaban trabajadas.
Ya para 1977, vecinos realizaron un asentamiento humano, con cartón y lámina construyeron sus casas, poco a poco se fueron extendiendo las colonias que se fueron poco a poco habitando
“De la Hoya” fue el primer nombre que se le dio al paraje que se situaba entre tres cerros; “hoya”: se utiliza para nombrar una llanada entre montañas como el lugar donde nació la hacienda de San Miguel de la Hoya, hoy conocida como la o las Joyas.
A principios de los años 80, con base a lámina y cartón, de acuerdo a notas periodísticas del Archivo Histórico Municipal, se comenzaron a construir nuevas Las Joyas, un asentamiento que se ubicada a la orilla de la ciudad después del bulevar San Juan Bosco, donde era mejor conocido como “antigua salida a Lagos”.
Ahí, alejado de la mancha urbana, en medio de una cañada y a las “faldas” de las lomas, fue donde se establecieron las Joyas, que poco a poco fue creciendo hasta superar las 72 colonias en la zona y que son lo que conocemos hoy.
Leyendas
Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.
bonitoleon.com: La Voz de León
Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, “Don Prudencio” el capallán de la iglesia “el calvario” en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.
Historias
El primer edificio del Barrio de San Juan de Dios
San Juan de Dios es un tradicional barrio de León conocido como el “de Abajo” y sus orígenes se remontan a las primeras décadas del siglo XVII, como antecedente está el traslado del antiguo hospital San Cosme y San Damián de la Villa ubicado en la Plaza de Armas, a cargo del Presbítero Alonso Espino.
El hospital se ubicaba frente a la vieja iglesia de la Vera-Cruz en la primera cuadra de la acera sur de la 5 de Febrero, de acuerdo a información del Archivo Histórico municipal.
Los juaninos, orden hospitalaria de San Juan de Dios, lo encontraron en pésimas condiciones por falta de mantenimiento y se determinó cambiarlo a otro espacio y darle una nueva construcción, se vendió la vieja finca y en 1620 comenzó la edificación del hospital y convento en unos solares que fueron donados.
El hospital y monasterio se erigieron en el costado oriente, mientras que el templo colindó con ellos al sur de lo que ahora es la Plaza de San Juan de Dios. Estas tres construcciones formaron parte del nuevo barrio y con el tiempo se formaron las 24 manzanas consideradas en la Fundación de León.
Fue entre 1620 y 1630 cuando se construyó el hospital, pero en 1637 sufrió una inundación por daños de una arroyo que circulaba por la calle La Paz.
En dicho hospital fueron atendidos los indios afectados por la peste matlazáhuatl, en 1643, aunque la inundación se repitió en los años 1736 y 1762.
Durante la guerra de Independencia el hospital del Espíritu Santo se convirtió en militar.
En 1856 por la promulgación de leyes de Reforma se tramitaron 430 escrituras para la venta de los terrenos del hospital, por lo que el crecimiento del barrio se dio con la ocupación de nuevos pobladores y se fueron haciendo modificaciones hasta lo que hoy se conoce como el barrio tradicional, pintoresco y nevero de León.
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