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Leyendas

Leyendas de León: El arroyo del muerto

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Foto: Panoramio
En el año de 1826, quince años después del grito de independencia y seis años de que la villa de León fuera elevada al rango de ciudad, sucedió en el barrio del Coecillo, muy cerca del arroyo que desembocaba en el Río de los Gómez a la altura del mercado de Santiago un hecho que consternó a la gente.
Cuenta la leyenda que el día 5 de junio del año referido, Inés, una linda muchacha que vivía en ese barrio, se encaminaba rumbo al mercado de santiago cuando inesperadamente es alcanzada por un tipo que la pretendía pero ella no correspondía pues, precisamente esa noche iba a ser pedida en matrimonio su novio bienamado Santos Ramírez. El osado tipo, le quiso robar un beso a Inesilla de manera muy violenta, y ella indignada le asesta una tremenda cachetada y aprovechando el descontrol de su atacante se va corriendo.
Un poco más adelante se encuentra a su prometido, quien al verla agitada y desaliñada, le pregunta: ¿Pero qué te ocurre mi amor? A lo que ella jadeante contesta: otra vez ese tipo que me molesta a cada rato … míralo, ya viene bien enojado porque la acabo de pegar. 
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Y llegando el malvado donde la pareja se hace de palabras con Santos empezando una encarnizada pelea a puñetazos, era una pelea muy pareja pero como la edad de acosador era mayor, a éste le empieza a vencer el cansancio físico, quién en una caída al suelo, lanza a los ojos de Santos una puño de tierra donde aprovecha para huir y al recargarse en un muro de adobe, encuentra una alcayata y con ella en sus manos regresa y de un tremendo golpe dejó clavado en el pecho de santos arrancándole la vida casi al instante.
Los curiosos que habían estado observando persiguieron al asesino para lincharlo pero éste como alma que lleva el diablo corrió hasta perdérseles de vista.
Cuando encontraron a Inesilla como enloquecida con el cuerpo de Santos en su regazo y sin llorar le decía lastimosamente a Santos, ya cadáver: Santos mi amor mío, ésta noche te esperaba en casa pidiéndome mi mano… pero nunca me imaginé tenerte tendido por defender mi amor.
Pasaron dos meses del trágico suceso y un día, en el lecho del arroyo apareció misteriosamente un hombre muerto… era nada menos que el malvado que le quitó la vida a Santos.
La verdad nuca se supo cómo el cuerpo del malvado volvió al Coecillo, nunca nadie lo vio, la gente afirma que volvió por su propio pie y que el ánima de Santos que vagaba por esos lugares, se le apareció y lo mato del terror ya que solo tenía en su rostro un rictus de espanto. 
Después de 5 años fue construido un puente que fue nombrado “Puente de la Independencia” y más tarde fue nombrado el puente del Coecillo, pero hoy han pasado casi 200 años y la gente lo conoce como el “Puente del arroyo del muerto”.
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Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.

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bonitoleon.com: La Voz de León

Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, «Don Prudencio» el capallán de la iglesia «el calvario» en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.

Cuando el sol se escondía «Don Prudencio» salía a deambular montando en su fiel caballo llamado «coyote» nombre que también le asignas a los descarrilados que a altas horas de la noche se encontraban por las calles y cantinas.
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«Creíste engañarme coyote» les decía «Don Prudencio» quien ya los esperaba con una sonrisa en la esquina a los trasnochados y regañados que pensaban engañarlos para poder regresar a la cantina. Siempre contando con la colaboración de su caballo quien los empujaba bruscamente con su hocico.
Por las noches el caballo salía de los corrales para recorrer las calles del barrio, parándose frente a las cantinas, haciendo sonar sus ásperos cascos y su fuerte relinchidos como lo había hecho por muchos años, los bebedores y trasnochados al escucharlo, respetuosamente abandonaban las cavernas y se iban a sus cada tranquilos con su conciencia, pues «Don Prudencio» aquel hombre que por tantos años había procurado su bien y el de sus familias, él había fallecido varios años atrás, el 4 de abril de 1885.

 

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Leyendas

«Fray Merengue» un famoso personaje leonés

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Allá a finales del siglo XIX, en las polvorientas calles de aquel tiempo en Bonito León, se alcanzaba siempre a distinguir quien las transitaba y hacia dónde iba.

Entre esas calles se encontraba caminando casi siempre a «Fray Merengue», uno de los «locos» más característicos de aquella época.

Su nombre verdadero era José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a que era un hombre que se vestía flojo, descuidado y sucio, lo cual hacía que su olor llegara a varios metros de distancia.

Los leoneses decían que en su juventud había ingresado al Seminario, escuela en la que había demostrado poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón sorpresivamente de un día para otro.

Fray Merengue caminaba solo por las calles leonesas, levantando siempre comentarios hacia su persona de todo tipo. Él no los escuchaba y cada que veía cerca a una muchacha, le aventaba piropos.

Vestía trajes harapientos y, de la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto aún más extraño. Usaba camisas con puños almidonados que combinaba con corbatas de colores fosforilocos. Para completar su outfit extraño, usaba un sombrero de copa alta con los bordes carcomidos que, los maliciosos le tiraban de un golpe para después de haber hecho  la maldad salían corriendo.

Fray Merengue pasaba sus tardes sentado en las bancas del Jardín o de la Calzada, en donde dejaba su sombrero y fingía leer un grueso libro que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.

Fray Merengue era un fumador pero, al no tener ni un solo peso partido por la mitad, él mismo se fabricaba unos cigarrillos utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y las cantinas.

Dicen que todavía en 1915 se le podía ver recorriendo las calles de la ciudad y cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León, un día desapareció para siempre. ¿Conoces a alguien que recuerde a Fray Merengue?

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Cascos Duros, personaje leonés

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Existen varias versiones que cuentan sobre este personaje. Debido a la tradición de boca en boca, con la que ha permanecido, se perdió el origen del apodo «Cascos duros», con el cual fue famoso y reconocido entre los vecinos de la ciudad del siglo pasado.

El Cascos Duros era un personaje alegre, bromista y chism… comunicativo. Su asistencia a bailes, juegos, paseos, etc, era infalible siendo siempre el alma de la fiesta. Las muchachas lo admiraban y le echaban ojo a la hora de los bailes, donde él era todo un master.

Este personaje organizaba paseos, llevaba serenatas y flores a sus múltiples enamoradas de las cuales, todas se consideraban las únicas y deseaban ser la esposa de ese hombre que además de divertido, tenía muy buena posición económica.

Pero Cascos Duros no se dejaba conquistar y prefería seguir de rompecorazones con cada muchacha que le gustaba. Con el paso del tiempo, esta fama de picaflor que un tiempo le dio popularidad, a los pocos años le cambió el estatus para mostrarlo como un hombre frívolo, y hasta peligroso para contraer matrimonio con una dama.

Esta fama negativa, afectó a que los amigos que anteriormente eran docenas, poco a poco le dejaran de hablar y comenzaran a alejarse. Las invitaciones a las fiestas fueron menos frecuentes y los saludos que anteriormente recibía por la calle y lo hacían detener su camino, fueron desapareciendo.

Cascos duros no sabía el origen de estos desaires de las personas a las cuales siempre había apoyado y prestado dinero. El personaje un día, decidió salir a cobrar lo que le debían pero, al ser él tan confiado, nunca pidió pagarés de tales adeudos y por supuesto, los ciudadanos negaron las deudas que tenían con él.

Esta actitud de sus conocidos fueron agriando poco a poco el carácter de Cascos Duros volviéndolo rencoroso, tacaño, egoísta y solitario.

Desapareció de la vida social y se refugió en su casa, donde se dispuso a no gastar ni un solo peso para sobrevivir y ahorraba hasta en sus propias comidas y necesidades básicas.

Con el tiempo se empezó a correr el rumor de que había perdido el juicio a causa del hambre que se hacía pasar y de viejos padecimientos que jamás se trató. Un día Cascos Duros desapareció definitivamente y de él solo quedó esta leyenda.

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