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Historias

Viernes de Dolores, así eran los altares en el siglo XIX

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Con un altar de siete pisos que tenía a la cabeza una escultura o pintura de la Virgen de los Dolores, adornado con flores de primavera que alegraban con sus olores, esferas de cristal y las puertas abiertas tanto de casas lujosas como modestas, era como los leoneses recibían el Viernes de Dolores en el siglo XIX.

Desde ese entonces los colores blancos y morados predominaban en los altares donde además se ponían cortinas, encajes y lienzos con los mismo tonos, de acuerdo a información del Archivo Histórico Municipal de León.

En los altares también ponían latas con trigo germinado y papeles de china picado, que servía para adornar y alejar las malas vibras, así como para recordar a los mártires y la traición de Judas.

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También ponían aguas de colores como el morado, amarillo y verde en memoria de las lágrimas de la virgen, así como pétalos de flores frente al altar como azucenas, nubes, nardos, gladiolas y alcatraces, que representaban la pureza de la virgen.

Casi en todas las casas había un altar y durante el día y la noche las puertas estaba abiertas para que llegará cualquier persona que quería visitar la ofrenda con la pregunta “¿Ya lloró la virgen?”, y después de rezar, el anfitrión ofrecía agua de chía, horchata, tamarindo o Jamaica y a veces hasta nieve raspada.

Hasta la fecha en los barrios de León se siguen haciendo altares con los mismos colores y flores como las nubes y ya no sólo se regala agua de esos sabores, sino nieves y hasta paletas de hielo, dependiendo el caso.

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