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Leyendas

La esquina de la llamarada, leyenda de Bonito León

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Foto: Implan
bonitoleon.com: La Voz de León
De oficio de curtidor, Don Pedro Morales ya peinaba canas sin ser precisamente un viejo, bien parecido y acostumbrado con cierta frecuencia a las aventuras amorosas sin importancia, un buen día al salir del Templo de la Divina Providencia ubicado en la calle Pachecos (hoy 5 de mayo) su mirada se cruza con la de una dama de hermosos ojos negros, cuya belleza le cautivó el corazón.
Don Pedro ilusionado empezó con ella un noviazgo y como el amor le fue correspondido y en poco tiempo aumentó, le propuso matrimonio y ella aceptó.

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Mientras se realizaban los preparativos de la boda, Don Pedro compró un terrenito en la calle de Jarrilla (hoy hermanos Aldama), donde empezó a construir lo que fuera su hogar.
Ya cercana la fecha de la boda, la ilusionada novia cae enferma de un mal desconocido que desgraciadamente la llevó a la tumba. En el lecho de muerte la novia le dijo a Don Pedro: «Yo no te dejaré nunca». Pero el destino se encargo de separarlos.
Tras 10 años de soledad por la partida de su amada, Don Pedro marchitaba su existencia hundido en su trabajo tratando de olvidar su pena, solo tenía el consuelo de una amiga que sabía de su dolor, quien trataba de animarlo y donde nació una nueva esperanza de amor.
Convencido de que sería buena compañera, le propuso matrimonio y le ofreció terminar la casita que había dejado en obra negra en la calle de la Jarrilla.
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Al llegar Don Pedro a la finca para reanudar la obra se sorprendió al ver en el interior un resplandor como si se estuviera incendiando y junto con los vecinos entró para apagar el fuego, pero su sorpresa más grande fue al ver que nada se quemaba y en ese momento la llamarada desapareció.
Esta situación se repitió durante varias semanas ante los ojos de Don Pedro, una tarde recordando a su amada se dio cuenta de que el día de la semana y la hora de su muerte coincidían con la aparición de la llamarada. Corrió a contarle a su prometida, a la que encontró despidiéndose cariñosamente con otro galán.
Don Pedro regresó muy triste a la finca y al cruzar la puerta escucho las palabras de su amada al morir: «Yo no te dejaré nunca».
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