Leyendas
«La niña araña» de Salamanca
¿Te imaginas todas las historias que han de presenciar los taxistas? Subiendo y bajando a muchísimos pasajeros diariamente, seguro estos conductores se han de topar con ciertas historias dignas de contar.
Tal es el caso de un taxista de Salamanca, que contó que al transitar de madrugada por la colonia San Roque, vio andar sin compañía alguna, una pequeña niña de aproximadamente 10 años de edad.
Como es normal, el conductor se sorprendió y preocupó al ver una niña indefensa a tan altas horas de la noche, situación por la cual, disminuyó la velocidad para ver de quién se trataba y poder brindar su apoyo si era necesario.
Al acercarse un poco más, la niña le hizo la parada. Extrañado, el taxista acercó su vehículo a donde estaba la pequeña, ella le dijo que la llevara a casa de sus padres ya que ellos vivían cerca de ahí.
Antes de subirse al taxi, la niña le dijo que no traía dinero, pero que una vez llegando, sus papás pagarían por el servicio.
El taxista le dijo que no se preocupara, que lo importante era llegar con sus papás lo antes posible. Ya en la parte de atrás la niña tomó asiento y comenzó el viaje.
Cuando llegaron al domicilio indicado por la pequeña, los edificios ubicados frente al Panteón de las Flores, el taxista miró por el espejo retrovisor para decirle a la pequeña que ya podía bajar, dándose cuenta aterrado, que la niña ya no estaba.
Viendo y buscando a su alrededor, deseando que fuera un sueño, el taxista vio cómo la niña iba en dirección al panteón. Él en ningún momento escuchó que la puerta de su coche se abriera y además, no podía imaginar cómo la niña había cruzado la calle tan velozmente.
Viendo con atención a la niña seguir su camino al panteón, el taxista desde adentro de su coche se asombró al ver cómo escalaba como araña una de las bardas del camposanto.
Antes de entrar al mausoleo, la niña giró completamente su cabeza para ver por última vez con sus enormes ojos rojos al pobre taxista, aterrado aceleró para llegar cuanto antes al sitio donde contó su terrible experiencia.
Leyendas
Leyendas de León: El caballo que sacaba a los borrachines de las cantinas.
bonitoleon.com: La Voz de León
Un caballo alto, delgado y vigoroso, su blanca cabellera contrastaba con su piel morena. Su único propósito era aliviar las necesidades, «Don Prudencio» el capallán de la iglesia «el calvario» en San José de García, época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y paredes encaladas.
Leyendas
«Fray Merengue» un famoso personaje leonés
Allá a finales del siglo XIX, en las polvorientas calles de aquel tiempo en Bonito León, se alcanzaba siempre a distinguir quien las transitaba y hacia dónde iba.
Entre esas calles se encontraba caminando casi siempre a «Fray Merengue», uno de los «locos» más característicos de aquella época.
Su nombre verdadero era José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a que era un hombre que se vestía flojo, descuidado y sucio, lo cual hacía que su olor llegara a varios metros de distancia.
Los leoneses decían que en su juventud había ingresado al Seminario, escuela en la que había demostrado poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón sorpresivamente de un día para otro.
Fray Merengue caminaba solo por las calles leonesas, levantando siempre comentarios hacia su persona de todo tipo. Él no los escuchaba y cada que veía cerca a una muchacha, le aventaba piropos.
Vestía trajes harapientos y, de la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto aún más extraño. Usaba camisas con puños almidonados que combinaba con corbatas de colores fosforilocos. Para completar su outfit extraño, usaba un sombrero de copa alta con los bordes carcomidos que, los maliciosos le tiraban de un golpe para después de haber hecho la maldad salían corriendo.
Fray Merengue pasaba sus tardes sentado en las bancas del Jardín o de la Calzada, en donde dejaba su sombrero y fingía leer un grueso libro que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.
Fray Merengue era un fumador pero, al no tener ni un solo peso partido por la mitad, él mismo se fabricaba unos cigarrillos utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y las cantinas.
Dicen que todavía en 1915 se le podía ver recorriendo las calles de la ciudad y cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León, un día desapareció para siempre. ¿Conoces a alguien que recuerde a Fray Merengue?
Leyendas
Cascos Duros, personaje leonés
Existen varias versiones que cuentan sobre este personaje. Debido a la tradición de boca en boca, con la que ha permanecido, se perdió el origen del apodo «Cascos duros», con el cual fue famoso y reconocido entre los vecinos de la ciudad del siglo pasado.
El Cascos Duros era un personaje alegre, bromista y chism… comunicativo. Su asistencia a bailes, juegos, paseos, etc, era infalible siendo siempre el alma de la fiesta. Las muchachas lo admiraban y le echaban ojo a la hora de los bailes, donde él era todo un master.
Este personaje organizaba paseos, llevaba serenatas y flores a sus múltiples enamoradas de las cuales, todas se consideraban las únicas y deseaban ser la esposa de ese hombre que además de divertido, tenía muy buena posición económica.
Pero Cascos Duros no se dejaba conquistar y prefería seguir de rompecorazones con cada muchacha que le gustaba. Con el paso del tiempo, esta fama de picaflor que un tiempo le dio popularidad, a los pocos años le cambió el estatus para mostrarlo como un hombre frívolo, y hasta peligroso para contraer matrimonio con una dama.
Esta fama negativa, afectó a que los amigos que anteriormente eran docenas, poco a poco le dejaran de hablar y comenzaran a alejarse. Las invitaciones a las fiestas fueron menos frecuentes y los saludos que anteriormente recibía por la calle y lo hacían detener su camino, fueron desapareciendo.
Cascos duros no sabía el origen de estos desaires de las personas a las cuales siempre había apoyado y prestado dinero. El personaje un día, decidió salir a cobrar lo que le debían pero, al ser él tan confiado, nunca pidió pagarés de tales adeudos y por supuesto, los ciudadanos negaron las deudas que tenían con él.
Esta actitud de sus conocidos fueron agriando poco a poco el carácter de Cascos Duros volviéndolo rencoroso, tacaño, egoísta y solitario.
Desapareció de la vida social y se refugió en su casa, donde se dispuso a no gastar ni un solo peso para sobrevivir y ahorraba hasta en sus propias comidas y necesidades básicas.
Con el tiempo se empezó a correr el rumor de que había perdido el juicio a causa del hambre que se hacía pasar y de viejos padecimientos que jamás se trató. Un día Cascos Duros desapareció definitivamente y de él solo quedó esta leyenda.
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